El ejército español lleva siendo derrotado desde hace más de tres siglos (la ayuda inglesa en 1808 fue capital). Maravillosamente es capaz de fusilar al propio pueblo español (golpe de Estado de 1936).
Nadie alza la voz contra la pérdida de identidad nacional ante la nueva forma de guerra: la financiera.
Eso sí, serán capaces de morder a todo aquel que discrepe contra la clase dirigente de la que provienen-por supuesto que no me refiero ni al soldado de a pie ni al intrépido capitán-.
Sin embargo, en 1921 todo parecía ir bien. El general Silvestre había avanzado al interior de Marruecos a lo largo de 130 kilómetros sin apenas sufrir bajas. Tomó 46 posiciones, compró la paz con varias cábilas, y distribuyó sus fuerzas a lo largo de más de un centenar de guarniciones. El jefe Abd-El-Krim, temible enemigo de los europeos, había sido derrotado en su última acción, perdiendo a cien guerreros por sólo diez heridos españoles.
Pero no era más que la calma que ocultaba la tempestad. Pronto los rifeños atacaron de nuevo, capturando guarniciones aisladas y retomando las posiciones españolas conquistadas durante el año anterior. Incapaces de hacer frente a las fuerzas musulmanas, los soldados de la metrópolis se retiraron desorganizadamente hacia Melilla, en columnas acosadas por los bereberes. El propio Silvestre murió de un disparo, las guarniciones que quedaron sitiadas por los rebeldes fueron masacradas. Se abrieron los arsenales de Melilla, pero estaban vacíos; los oficiales a cargo habían vendido las armas.
Murieron o desaparecieron más de diez mil soldados españoles.
El Caney 1898
El 1 de julio de 1898, el ejército de los Estados Unidos se preparó para avanzar sobre la ciudad de Santiago de Cuba y librarla de la presencia de los soldados españoles. El ataque principal debía lanzarse sobre las lomas de San Juan, una elevación cercana a la capital tan sólo defendida por una pequeña fuerza española de 550 soldados. Cerca, un poblado: El Caney.
Las armas españolas se encontraban en su hora más baja, sobre todo ante el poder norteamericano. Su flota había sido aniquilada por los barcos, más modernos, de los Estados Unidos. Sus fuerzas de tierra había sido desgastadas por años de guerrilla y falta de suministros. La nación llevaba un siglo de invasiones externas y luchas internas. Los infantes norteamericanos sufrieron muchas más bajas por la malaria que por los fusiles hispanos.
Sin embargo, en El Caney resistieron. Se atrincheraron sobre el terreno, excavaron refugios, abrieron aspilleras en los edificios de piedra. El ejército norteamericano mandó cerca de 7.000 hombres, pero, cuando estos intentaron avanzar, se encontraron con un fuego continuo y grandeado que los obligó a echar cuerpo a tierra. La artillería norteamericana rugía; la española no, porque no contaba con munición.
Los norteamericanos avanzaron al fin, imponiéndose por los números, utilizando sus reservas. Los españoles resistieron en las calles hasta que se les agotaron los cartuchos. El general que defendía la posición murió, al tiempo que dos de sus hijos. Los españoles tuvieron 235 bajas y 120 prisioneros, mientras que el ejército norteamericano tuvo 81 muertos y más de 300 heridos.
Lens 1648
La monarquía francesa, compitiendo en dura pugna con la española por el puesto de primera potencia mundial, se tambaleaba bajo una rebelión interna. Como antaño el pueblo se había excitado con las prédicas de los hugonotes, ahora era la nobleza la que se conmovía con la rebelión de la Fronda. Los franceses estaban, además, cubiertos de deudas, asediados por continuos movimientos civiles que exigían la reducción de los impuestos. El Cardenal Mazarino, durante mucho tiempo gobernante equiparable a un dictador, perdía sus apoyos y se precipitaba al abismo.
El momento era, pues, favorable a las armas españolas. Un ejército hispano, comandado por el Archiduque Guillermo, avanzó sobre Bélgica con 18.000 hombres y 38 piezas de artillería. El príncipe de Condé, inmerso en las luchas catalanas, se dirigió hacia el Norte improvisando un ejército con lo que podía. Reunió en Lens una fuerza inferior en número y en cañones a su adversario, y, dado que éste se encontraba en terreno favorable, decidió no atacar. empezó a retirarse.
Este movimiento fue tenido como cobardía y debilidad por el ejército español. La caballería italiana escaramuceó contra la retaguardia del francés, los tercios avanzaron. Cuando la infantería empezó a enfrentarse entre sí, la afamada caballería francesa hizo pedazos a las fuerzas imperiales. El centro español fue envuelto, dejando 3.000 bajas sobre el campo. Otros 5.000 se rindieron.
Bruch 1808
El julio del año 1808, guerra de la Independencia de España, una columna francesa se dirigió hacia Manresa. Su comandante, Schwarz, tenía orden de tomar la ciudad, pero para ello debía atrevesar el paso del Bruch. Aquí les hicieron frente 2.000 enemigos, contra 3.800 soldados.
Los españoles no eran una fuerza muy temible. Al contrario que sus enemigos, en su mayoría no eran soldados, sino miembros de los somatenes locales y hombres de Manresa. Los que los acaudillaban no eran siquiera españoles, sino suizos y mercenarios valones que habían desertado del ejército imperial.
sin embargo, resistieron. dos batallas dejaron a los franceses con más de cuatrocientos muertos y de ochocientos heridos, así como la pérdida de un cañón. Sin embargo, las fuerzas defensoras tan sólo tuvieron que lamentar 35 víctimas mortales, y algo más de un centenar de heridos.