Viendo lo que he visto con mis propios ojos y conociendo un poco este país, a nadie le debería extrañar que nuestros dirigentes siguen pensando-y con razón-que somos absolutamente idiotas. Y pocos nos movemos para hacerles cambiar de opinión.
Dice la Constitución ( ésa amalgama de grandes mentiras ) que, en realidad, que «Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones». Descarta pues la inhibida no contaminación sugerida por el laicismo para dar paso a un novedoso ámbito de cooperación. Se ha resaltado que esto implica el reconocimiento de la religión, no sólo como un ámbito recluido en la conciencia individual, sino como un hecho social, colectivo y plural; convierte a esa realidad social en elemento vinculante para la actuación de los poderes públicos. Ha entrado así en juego una laicidad positiva, que se caracterizaría por una actitud de cooperación, mientras que la meramente negativa implicaba indiferencia o distancia.
El propio Tribunal Constitucional levanta acta de que ahora «se exige a los poderes públicos una actitud positiva, desde una perspectiva que pudiéramos llamar asistencial o prestacional». Se ha pasado de aspirar a que los poderes del Estado no perturben la libre conciencia individual a que, por considerarlo constitucionalmente digno de protección, suscriban una «especial expresión de tal actitud positiva respecto al ejercicio colectivo de la libertad religiosa».
Leave a comment